QUIMUQSUQ

Despierta la imaginación y transporta a un mundo mágico. Sorprende cómo puede lograrse tanto con tan aparentemente poco… la narrativa, muy rica en imágenes, se realza magistralmente con el gesto y el sonido. Una experiencia que no deja indiferente. Recomendable al 100%

Es como lanzarse a descubrir algo nuevo… te va a meter en profundidades marinas, o vas a ver de pronto un esqueleto. Llena el escenario con su presencia…Me ha parecido muy muy recomendable.

Viajamos con la imaginación y vimos, ballenas, cuervos, sombras, rituales…tantas cosas tan bellas…Fue inmenso.

Una magnífica interpretación y puesta en escena, con un acompañamiento de luces y música espectaculares. Muy recomendable.

Fue una experiencia formidable. La manera en la que llegan las imágenes a través de lo corporal. Esos silencios tan poderosos, que se queda todo como en suspensión…su voz…

Un espectáculo muy original. Lo que más me ha gustado es cómo cobran vida los personajes y que sean cuentos de una cultura tan diferente a la nuestra. El cello en directo es un personaje más dentro de las historias. Es sorprendente cómo una sóla actriz llena así el escenario y consigue que acompañemos a los personajes a revivir sus historias.

La disfruté muchísimo. Una de las obras que más me han gustado en la vida.

Me encantó esa capacidad de meterte en un mundo fantástico en el que puede pasar cualquier cosa. Se te pasa el tiempo volando y disfrutamos muchísimo.

¡Con poquísimos elementos! ¡Pero es que Jovina tiene muchas tablas! Y nos chifló La mujer esqueleto.

En algunos momentos me sentí muy conmovida, en otros expectante…y durante todo el espectáculo metida, implicada.

Cuando asistí a la representación, fue como la primera vez que vi la Fontana de Trevi. La fuente, situada en una plaza diminuta en comparación con su majestuosa presencia, me transmitió una sensación de asombro que me envolvió por completo, y similar a la que experimenté con la puesta en escena de Quimuqsuq. No imaginaba que, en un teatro tan pequeño, pudiera existir una obra poderosa y, a la vez, delicada. Permanecí allí, con los ojos bien abiertos, observando lo que de otro modo habría percibido con ellos cerrados. Cada palabra, cada gesto, se desplegaba ante mí con tal intensidad que no podía apartar la mirada, una mirada que veía todo lo que se decía, una mirada que absorbía todo lo que se expresaba. Lo que surgía de su voz y de la armonía de sus movimientos llenaba el espacio, suspendiéndose en el aire y tocando algo profundo dentro de mí: y la solitaria lágrima fue como un río... y ella bebió y bebió... hasta saciar su sed de muchísimos años…

El escenario eran las tierras heladas, el mar y la naturaleza en estado puro…Sentí una defensa de la naturaleza y de su relación con el ser humano. La interprete, Jovina, es increíble. Vimos a los personajes, sentimos lo que sentían, sufrimos y gozamos con ellos. El hielo, el mar, el frio y el calor del iglú podíamos notarlo en cada momento. Su cuerpo era la representación de todas estas cosas y de estos sentimientos. Jugaba con las telas de su ropa y ocupaba el escenario vacío, llenándolo de imágenes. La música, interpretada por un chelo, era imprescindible y formaba parte de la historia sin sobreponerse, era el paisaje y creaba la atmósfera.